Emil Nolde, retrato.
La contradictoria pero interesante figura de Emil Nolde se constituye
como una de las personalidades más destacadas dentro del movimiento
expresionista alemán. Nació un 7 de Agosto de 1867 en un pequeño pueblo del estado
alemán de Schleswig-Holstein fronterizo con Dinamarca y fue conocido como Emil
Hansen hasta que a la edad de 40 años tomo como apellido el nombre de su pueblo
natal: Nolde. Hijo de una familia campesina se interesó, o más bien se inclinó
por la talla en madera lo que lo llevaría a trabajar en una mueblería. Pintura
y escultura fueron también intereses del joven iniciándose en ellas de forma
autodidacta.
Su longevidad lo llevo a contemplar y experimentar la vida de una
Alemania en busca de unidad, que Nolde, jamás vería. Conoció el Deutsches
Kaiserreich de Guillermo, la revolución que le dio fin, contemplo como se
formaba la Republica
de Weymar naciendo la
Alemania que hoy en día conocemos y que jamás antes había
existido, vivió la llegada del Nacional-socialismo y su ascenso y quiso
participar de él y colaborar con su obra, con una pintura, que consideraba
genuinamente alemana pero que al final fue perseguida como una Entartetekunst, un arte degenerado que
no servía a los intereses del Reich. Finalmente, tras la caída del nazismo solo
pudo contemplar a una Alemania dividida por un telón de acero, que años más tarde
se convertiría en un muro físico. Falleció un 15 de abril de 1956, en la
pequeña y tranquila localidad de Seebull, lugar donde actualmente se encuentra
un museo dedicado por completo a su obra y que cuenta con una dependencia en
Berlín.
Al contemplar la producción de Nolde es fácil darse cuenta como este
pintor, emblema del expresionismo alemán, tendía a alejarse del ruido de la
urbe refugiándose en el norte de Alemania, en su estado natal, Holstein. No
obstante eso no impidió que conociera Berlín, Paris, Copenhague y que viajara
por todo el Pacífico con una expedición organizada por Reichkolonialamt (la oficina imperial para las colonias). Este
viaje, muy significativo en su obra, lo llevó primero a Moscú, más tarde a Pekín,
Japón y Corea, para terminar en las islas Carolinas y Papua, por supuesto,
trabajó durante todo el viaje y a finales de 1913 remitió a Berlín unas 250
acuarelas que atestiguaban todo su recorrido.
Su formación como pintor se completó en Munich bajo la dirección de Adolf
Hoelzer, fue allí donde aprendió la importancia de los colores puros y conoció
la obra de los paisajistas de Dachau. Hacía 1899 llegó a Paris, siendo la obra
de Mollet, Rodin, Monet y Delacroix, entre otros, su mejor maestra. Fue en su
estancia en la capital francesa donde conoció la obra de Munch, Van Gohg y
Gaugain, y donde estudio a Rubens, Tiziano y Paul de Chavains. A partir de 1906
regresó a Berlín, y durante un breve tiempo, a penas un año y medio, formo
parte del grupo expresionista Die Brücke por lo que se instala en Dresden, sede
del mismo. Las razones que lo llevaron a abandonarlo no son de todo claras,
inclinándose muchos expertos por apoyarse en el carácter marcadamente solitario
del artista, en la contrariedad de su obra o en la diferencia de edad que lo
separaba del resto, a caballo entre los vanguardistas y los conservadores, como
más adelante comentaremos.
Poco después Nolde abandono, no solo Die Brücke, sino también Dresden,
para instalarse en la isla de Alsen, cercana a Dinamarca pero aun territorio
alemán.[1] A
partir de 1913 realizó el viaje antes mencionado, que lo llevó de Moscu a
Papua- Nueva Guinea y que motivará la inclusión en sus obras de motivos
primitivos e indígenas que lo aproximan a la obra de Gaugain.
A mediados de los años 20 se instala en Seebüll donde residirá hasta su
muerte, allí, en la zona fronteriza con Dinamarca pintará el mar del Norte,
agresivo, casí como una amenaza, sus crepúsculos sobre olas bravías nos remiten
a la tradición de paisajistas como Turner, Constable y otros pintores como
Caspar David Friedrich, y es que Nolde, a pesar de ser un pintor con un
lenguaje contemporáneo perfectamente inscrito dentro de los preceptos
expresionistas, parece recurrir a temas atemporales, casi románticos. Nolde en
su permanente contrariedad es vanguardista y conservardor[2] al
mismo tiempo. Pero esta no será la única paradoja que Nolde nos ofrezca como
podremos comprobar a lo largo de nuestro breve discurso. Por otro lado Seebüll
sería la cuna de sus cuadros no pintados,
obras de pequeño formato realizadas durante la etapa del nazismo y que
responden a la prohibición que el régimen le había hecho de pintar.
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