jueves, 26 de septiembre de 2013

Historiadores vs familia. La lucha diaria de las humanidades

Ser historiador del arte es duro (bueno, yo no soy historiador del arte, estudié historia del arte. Ya me entienden, uno no es filósofo por estudiar filosofía … ).
Es duro, por que continuamente ojos y oídos ven y escuchan dolorosos ataques contra el pratrimonio cultural. Podría poner ahora mismo miles de ejemplos, pero no es el caso repetir lo que se puede leer en periódicos.
La gente inmersa en el mundo de las humanidades sufre continuamente un mesnos precio institucional acusado sobretodo en épocas de crisis. Pero lo peor no viene de papá estado lo peor viene de manos de la familia. Esa familia que ha pasado cinco años pagando unos estudios que han hecho feliz a uno de sus miembros y que luego tira por los suelos, sueños, ideas emprendedoras y ansias de trabajo a golpe de “no se para que vale lo que estudiaste”. Y créanme, eso no es lo peor, lo peor es cuando el pobrecito estudiante de (en este caso) historia del arte, habre su boquita, empequeñecida ya por la angustia vital que le causa  el “no vale para nada”, para explicar en todas las cosas en las que podría trabajar y se le contesta con un: “va, y quien quiere saber de eso y pagarte por ese trabajo, eso será en otros países pero en España eso no vale … ”

Necesitamos urgentemente un cambio estatal, pero no a nivel gubernamental, si no a nivel familiar. Si tanto nos llenamos la boca hablando del apoyo de la familia en momentos de crisis, porqué esa misma familia, que sigue consituyendo hoy por hoy el núcleo que sustenta la sociedad contemporánea, ataca a sus propios miembros mellando su espíritu y empujándolos en el mejor de los casos a alejarse de dicho núcleo familiar obligándolos a cruzar incluso la frontera. 

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